Estos días se conmemora el 75 aniversario del Desembarco de Normandía, un hecho que resultó trascendental para la resolución de la Segunda Guerra Mundial.

El éxito de las previsiones meteorológicas realizadas por los meteorólogos de las fuerzas aliadas, tuvo una gran importancia para que la misión se saldara conforme a lo previsto.

A continuación, nuestro amigo Mario Fernández, nos cuenta con detalle la guerra meteorológica en el contexto de la II Guerra Mundial.

Guerra entre los servicios de inteligencia

De forma paralela al desarrollo de la II Guerra Mundial en los distintos escenarios de operaciones militares se desarrolló, igualmente, una guerra entre los distintos servicios de inteligencia de los países contendientes.

En esta guerra paralela, los Aliados, y especialmente los ingleses, se apuntaron un tanto definitivo cuando desde Bletchley Park Alan Turing y su equipo reventaron el sistema de codificación alemán basado en las máquinas Enigma.

Sin duda alguna los alemanes perdieron esta guerra que se libraba entre los servicios secretos, pero también perdieron lo que se ha dado en llamar la guerra meteorológica.

La lucha por las estaciones meteorológicas

La importancia de la meteorología era tal en el contexto del buen desarrollo de las operaciones militares que ya cuando Alemania se apropió de Noruega y Dinamarca durante el año 1940 también lo hicieron de las estaciones meteorológicas del Ártico que, por primera vez, dejaron de transmitir señales no codificadas.

Ante este hecho el Almirantazgo inglés ordenó desmantelar rápidamente las estaciones de Svalbard y Groenlandia de cuyos datos también se beneficiaban los alemanes.

Pesqueros en estaciones meteorológicas

Luchando contra la carencia de datos meteorológicos fuera de Escandinavia y teniendo en cuenta que la propagación de las distintas perturbaciones meteorológicas, debidas a la circulación general atmosférica acontecen de oeste a este, el comando de submarinos de la Kriegmarine (la armada de guerra alemana) se vio en la urgente necesidad de convertir pesqueros de arrastres en auténticas estaciones meteorológicas flotantes.

No sólo esto si no también se encomendó la misión de la toma de datos meteorológicos a los comandantes de los submarinos que operaban fuera del Círculo Polar Ártico y cercanos a la Costa Este de los Estados Unidos.

Los pesqueros de arrastre deberían transmitir dicha información cifrada a unas horas determinadas para evitar que fueran interceptadas por el enemigo.

La transmisión de la información

Más difícil era la transmisión de dicha información por parte de los U-Bootes debido a la amenaza de que fueran detectados por el enemigo y atacados en consecuencia por lo que los informes meteorológicos procedentes de estos eran mucho más irregulares y no siempre a horas preestablecidas.

Dicha circunstancia, como es de suponer, impidió en muchas ocasiones la elaboración de los pronósticos meteorológicos requeridos por la Luftwaffe que se encontraba librando la famosa Batalla de Inglaterra.

La entrada de Estados Unidos en la contienda

La entrada de los EE.UU. en la guerra complicó, aún más si cabe, el problema del acopio de la información meteorológica con el Atlántico siempre patrullado de buques antisubmarinos y la batalla del Atlántico en su pleno apogeo.

Se dio la circunstancia, para más inri de los alemanes, que el primer U-boot hundido fue precisamente uno que transmitía reportes meteorológicos de una forma regular…quizás el enemigo lo localizó y lo hundió debido a la circunstancia antes mencionada.

Escuadrón aéreo meteorológico

Vistas las dificultades crecientes en el Atlántico para obtener reportes meteorológicos, la Luftwaffe optó por crear un escuadrón aéreo meteorológico (al que se nombró como Wetterstaffeln 5) compuestos por polivalentes aviones Junkers88 y bombarderos Heinkel-111.

Heinkel-111

Dicho escuadrón sobrevolaba a diario el círculo polar ártico haciendo acopio de los tan preciados datos meteorológicos.

El único pero a la cuestión es que la obtención de dicha información resultaba un tanto antieconómica y no era tan eficaz como disponer de una buena red de estaciones meteorológicas en tierra firme.

Alternativas a las redes de observación

Llegados a esta tesitura y con todos los barcos de arrastre hundidos o inutilizados en el Atlántico durante el año 1942, al ser estos presas muy fáciles para destructores y corbetas, se tuvieron que idear otras alternativas que resolvieran de una vez el acopio de datos para la elaboración de los tan ansiados pronósticos necesarios para el buen desarrollo de las operaciones militares.

Las primeras boyas meteorológicas

Una primera idea fue la fabricación de boyas meteorológicas. Dichas boyas tomarían medidas de parámetros como la temperatura del aire, presión atmosférica y humedad.

Las boyas irían provistas de un transmisor de baja potencia que se activaría mediante un mecanismo de relojería cifrando y transmitiendo la información en código Morse.

El dispositivo que activaba el transmisor dos veces al día tenía forma de torpedo y sería expulsado por los tubos lanzatorpedos de los propios submarinos.

Desde la cola de la boya se desenrollaba un cable de unos 1000 metros de longitud con un lastre que la anclaría al fondo.

El montaje se completaba con una antena de unos dos metros de largo que saldría de la nariz de la boya y así quedaba el equipo listo para su uso.

El submarino quedaría a la escucha ante la eventualidad de posibles fallos prematuros para su pronta reparación. Tras la primera transmisión de la boya, el submarino nodriza abandonaría la zona.

Boya meteorológica alemana

La instalación de dichas boyas fue, al parecer, todo un éxito. No obstante, existía el inconveniente de que en las boyas no podría implementarse una veleta ni un anemómetro con lo que se perdían los valiosos datos de la dirección y velocidad del viento.

Imagen de una boya meteorológica alemana.

Boyas adaptadas al uso en tierra firme

Con ese inconveniente en la cabeza, los altos mandos de la Luftwaffe dieron órdenes para que se implementasen equipos similares a las boyas, pero adaptados al uso en tierra.

Así empezaron a idearse auténticas estaciones meteorológicas capaz de radiar datos.

Planos originales de la estación Kurt

A mediados del año 1942 se instaló la primera de una serie de estaciones meteorológicas en  Ny Alesund, cerca de Svalbard (Noruega) a casi 79º de latitud norte y rebasando ampliamente el Círculo Polar Ártico.

El equipo de esta estación era muy similar al de las boyas meteorológicas, pero con la inclusión de un anemómetro y una veleta para transmitir datos de dirección y velocidad del viento.

Usando las primeras baterías de níquel-cadmio

El submarino U-boot U-377 llegó al lugar y su comandante, tras un rápido reconocimiento de la zona, desembarcó todo el equipo que consistía en un trípode con todo el equipo meteorológico montado en él y un pesado banco de baterías de níquelcadmio en la base (fueron las primeras baterías de níquel-cadmio que se fabricaban).

Todo fue relativamente bien hasta que las bajísimas temperaturas congelaron el aceite de las partes móviles del equipo meteorológico y las baterías. Un fallo con el que no contaron los ingenieros alemanes.

Alguien propuso que se instalaran estaciones meteorológicas permanentes en el Ártico y asistidas por personal humano.

Así se hizo y algunas de ellas, como las ubicadas en Helhus y Haudegen estuvieron operativas hasta el año 1945 en que terminó la contienda.

Datos meteorológicos automáticos

El 18 de septiembre del año 1943 el U-537 zarpó de Kiel (Alemania) y se dirigió a las costas de Labrador para instalar una estación meteorológica automática para que emitiera datos meteorológicos de forma automática y así afinar los pronósticos meteorológicos.

Dicha estación pertenecía a un contingente de 26 estaciones que deberían ser repartidas por el Círculo Polar.

Dos de ellas deberían instalarse en suelo americano por lo que estas misiones no estaban exentas de riesgos.

Uno de los submarinos encargados del transporte e instalación de una de estas estaciones fue avistado por patrullas aliadas y resultó finalmente hundido.

El otro llegó a las costas de Martin Bay en Terranova el día 22 de octubre de 1943 tras esquivar las patrullas enemigas. Se desembarcó todo el equipo, pintaron con colores de camuflaje las baterías y la instalaron en menos de 24 horas.

La estación emitiría en una frecuencia de 3940 Khz durante 2 minutos y cada 3 horas y recibió el nombre de Kurt-26 por ser el doctor Kurt Sommermeyer el que la diseñó.

Kurt-26, todo un hito tecnológico

Hoy estamos acostumbrados a una continua monitorización de datos meteorológicos, pero en el año 1943 Kurt constituyó todo un gran logro tecnológico.

Kurt estuvo emitiendo datos durante unos pocos días y por una razón desconocida sus señales se dejaron de captar.

Como ya se ha señalado, corría el año 1943 y la contienda mundial había cambiado definitivamente de signo.

Constituía toda una temeridad volver a mandar un submarino a Terranova para ver qué ocurrió con ella.

Recopilando información décadas después

Un día del año 1977 Franz Selinger, ingeniero jubilado de la empresa alemana Siemens, decidió estudiar la contribución de dicha empresa al esfuerzo de guerra alemán.

En los archivos olvidados de la empresa se encontraron los papeles, planos y fotografía de Sommermeyer.

Definitivamente algo no cuadraba en lo relativo a las estaciones meteorológicas que la empresa construyó durante la última contienda mundial.

Con ayuda de varios historiadores y del propio hijo de Sommermeyer y tras revisar numerosos archivos se pudo identificar en las fotografías al submarino U-boot 537.

En los archivos de Friburgo pudo encontrarse fragmentos del cuaderno de bitácora de dicho submarino y, sin lugar a dudas, la estación fue instalada en Canadá.

En 1980 se avisó al cuerpo de guardacostas de dicho país para que otearan las costas de Labrador donde se suponía que se instaló el ingenio.

Kurt seguía operativa

Para sorpresa de todos allí estaba la estación Kurt todavía reconocible y casi intacta aunque, eso sí, sin funcionar hace muchísimo tiempo. Hoy los restos de Kurt permanecen en el Museo de la Guerra de Canadá.

Alemania no ganó la guerra, para alivio de todos pero los logros de su ingeniería en cohetería y en estaciones meteorológicas enseñaron el camino para todos los ulteriores avances.