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El pasado 10 de septiembre la banquisa ártica alcanzó su mínimo anual. Como ocurre cada año al final del verano, la capa de hielo que cubre el Océano Ártico llegó a su nivel más bajo tras transcurrir las semanas más cálidas del año en el Hemisferio Norte.

En este caso, el dato de 2016 indica que la superficie mínima quedó en 4,14 millones de kilómetros cuadrados, lo que supone la segunda extensión más baja desde que en 1978 se empezara a medir este registro mediante las observaciones satelitales.

Igualado con 2007, pero que 2015

El dato de 2016 iguala al de 2007 y queda por debajo de la superficie estimada en 2015, que fue de 4,41 millones de kilómetros cuadrados. Recordemos que el mínimo está en 2012, cuando solo se midieron 3,41 millones de Km2.

Como sabéis, estos registros nos llegan a través del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo de Estados Unidos (NSIDC, por sus siglas en inglés).

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La evolución de 2016 por debajo de las últimas décadas

Según nos informa el organismo estadounidense, las observaciones realizadas este año nos indica que la superficie de la banquisa ártica ha quedado muy por debajo de la media de las últimas décadas, caracterizadas por un descenso progresivo aunque irregular de la superficie ocupada por el hielo.

En concreto, sabemos que extensión de la banquisa en el mínimo anual fue de 6,22 millones de kilómetros cuadrados en la media del periodo 1979-2000, un dato que queda un 34% por encima que el de 2016.

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Regiones con menos hielo

La cubierta de hielo marino se extiende forma irregular por el Ártico y dependiendo de las condiciones meteorológicas del verano (fundamentalmente) unas zonas tienden a perder más hielo que otra en la fase de fusión.

Este año, las principales pérdidas de hielo se han detectado en los mares de Beaufort, Chukchi y Laptev, así como en este de Siberia. Allí, en grandes áreas solo se observa inmensidad del agua marina.

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Evolución menos negativa de la esperada

Tras el máximo anual alcanzado en marzo que quedó como el peor registro de la serie, se temía que el mínimo batiera el registro de 2012. Afortunadamente, unos meses de junio y julio con menos horas de sol de lo habitual en la zona, amortiguaron de forma importante la fusión del hielo.

Incluso dos importantes temporales en agosto, que contribuyeron a debilitar la banquisa ártica, no fueron suficientes para acabar proporcionando un dato tan malo como el de 2012.

Por desgracia, la banquisa (especialmente sus regiones exteriores) es cada vez más fina y se derrite con facilidad cuando los días se alargan y los termómetros se sitúan sobre cero. De hecho, solo el 7% de la extensión de la banquisa está formada por hielos de más de cuatro años.

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